Me tengo que joder y comulgar con ruedas de molino, porque alguien ha pensado que es buena idea que el microondas barato tenga botones táctiles sin relieve en lugar de un par de ruletas con muescas. En el mejor de los casos, puedo adaptarlo con algún invento. En muy raras ocasiones, es posible encontrar un modelo con controles físicos.
Todavía recuerdo el furor que causó la plancha aquella que pitaba al terminar porque las personas ciegas podíamos usarla. Lo que nadie dijo es que es un puto atraco a mano armada, que una plancha normal y corriente que hace lo mismo te cuesta tranquilamente un 60% menos.
Podría poner 100 ejemplos más y no terminaría. Pero la conclusión es que sí, la discapacidad es cara. Más cara de lo que te puedas imaginar, y de lo que te cuenten en el curso de accesibilidad que te estás haciendo. No hay una solución infalible para resolver el problema, pero sí montones de ellas para mitigarlo. Y no se aplican.